martes, 23 de junio de 2020

Tarea para la almohada.

Le dediqué poco menos de una hora a leer las -no muchas pero sentidas- publicaciones que realicé en este blog.
Me gustó.
Me gustó porque hay emociones sinceras.
Me gustó porque, si bien han pasado unos 10 años, ahora me gustan las mayúsculas, y otras tantas diferencias, pude conectar con esa Esperanza algo más pequeña, pude sentir pertenencia en esas emociones, pude alegrarme de sensibilizarme aún con las mismas situaciones.

Me alegra sí, sentir que estoy más grande.
Me alegra también, sentirme tanto más libre. 

¿Y si retomo este espacio como lugar de echar a volar ideas, momentos, emociones? ¿Tendrá sentido, Esperanza, dedicar parte de tu vida adulta a volver a escribirte a ti misma por este medio pseudo público? Tarea para la almohada.

lunes, 30 de abril de 2012

hoy no tengo más palabras

dos niños que apenas alcanzaban los ocho años de edad cantando en la micro pidiendo limosnas. ni se imaginan la cara del más pequeño cuando le dijo a su compañero "hicimos 450 pesos!", sus ojos brillaban. esto hace unos minutos en la 301, casi las una de la mañana. Hoy no tengo más palabras.-

sábado, 28 de abril de 2012

luis

estaba todo mojado y con la ropa bien rota. ebrio a las cinco de la tarde en la 301. su nombre era luis y le faltaba un ojo.
desde que subió a la micro lo observé discretamente todo el tiempo, se sentó, y entre la ventana y su maloliente  cuerpo quedó un señor de unos 60 años que me hacía mucha gracia, porque se le notaba mucho su desagrado, pero lo único que atinó a hacer fue quedarse inmóvil y con una cara de inexpresión que a ratos era interrumpida por el fruncimiento de su ceño.
mis oídos aislados con la música, no escuchaban lo que pasaba al rededor. vi como luis tomaba unos billetes de mil pesos y se los mostraba a los demás pasajeros, era enfático en sus movimientos y, podía notarlo sólo con observarlo, en las cosas que decía. algunos hacían como que él no existiese,  el señor de su lado seguía inmóvil e inexpresivo, una mujer esquivaba la mirada de luis con risas nerviosas, y otros tantos lo miraban con expresión enojona.
entonces mi interés por escucharlo superó a la música que me ensordecía, y me saqué los audífonos. luis lo notó y su mirada que ya se había cruzado con la mía antes, ahora se detuvo en mi, y comenzó a hablarme (no directamente a mi, era a todos, pero me miraba todo el tiempo). me saludó y yo le respondí el saludo,dijo que acá la gente lo miraba raro a uno si es que se les dirigía un saludo sin conocerlos, que se enojaban, y que él no entendía cómo era entonces que uno se hacía amigos, o conocía al amor de su vida si es que no se podían saludar a los desconocidos. dijo que ninguno de nosotros sabía de la vida, que él había vivido mucho más, que sabía todo de la vida (y de la muerte). llevaba ocho años viviendo de la calle. yo no había dicho ni una palabra hasta que me preguntó si me quedaba mucho para bajar de la micro, y yo le dije que no, sólo dos paraderos. le pregunté el nombre y yo le di el mio. entonces me dijo "gracias señorita esperanza por escucharme" no supe que hacer, le sonreí, le di la mano, y salí de la micro a la lluvia, al día lluvioso que con tantas sonrisas y melancolía recibí.

domingo, 15 de abril de 2012

hoy doy gracias por esto

fue un día de emociones intensas. pero hoy sólo me quiero referir a una de ellas
(porque sobre lo otro no soy capaz de escribir ni una palabra, aún)
simplemente no podría enredarme en las sábanas sin antes registrar lo que hoy viví
es muy simple, en serio
pero fue precisamente esa simpleza y naturalidad lo que me inundó
tomamos once los cuatro, mi padre está dando vueltas por acá y hoy lo integramos a nuestra mesa
antes de que llegase yo estaba nerviosa de verdad, la guata se apretujaba de maneras extrañas y mi corazón latía arrítmicamente
sorpresa me llevé cuando las conversaciones comenzaron a fluir y las risas inundaron los espacios, mis padres gratamente conversaban y yo con mi hermana cruzábamos cómplices miradas. no insinúo un romanticismo ni nada de eso, ni pensarlo, me refiero a que podía sentir la libertad de cada uno en nuestras miradas, en nuestros gestos, en nuestras palabras.

sólo mis más cercanos pueden quizás acercarse a lo incierta y temerosa que me sentía de esta larga visita que a mi padre le dió por hacer a este lado del mundo, pero hoy me acuesto con una sensación diferente.

hace semanas que no sentía una felicidad así, tan real y simple. hoy doy las gracias por eso.


domingo, 18 de marzo de 2012

sobre la ausencia y tu recuerdo


cuando era niña y me dolía la guata, me acostaba a su lado en busca de esa tranquilizante sensación que me producía que apoyase su mano en mi estómago, como para protegerme de todo dolor. una mano de abuela, arrugada y con manchitas. siempre lo hacía, y sólo bastaba eso para que yo me tranquilizase y pudiese dormirme.
puedo recordar la elegante forma de peinar su gris y corto cabello, aún la puedo ver de pie, frente al espejo de su baño arreglándose el pelo y pintándose sus delgados labios de un rojizo suave.
se enojaba con facilidad, pegaba unos gritos de esos que no se olvidan, se mostraba dura y sabía herir a quienes quería. siempre después de una pelea se encerraba con seguro en su pieza, y podía escucharla llorar, no recuerdo ni una sola vez en que después de discutir, no haya llorado sola en su pieza. hay muchas cosas que nunca logré decifrar, una de esas es por qué tenía tanta pena, puedo recordar la delgada piel de su rostro empapada, y el sonido de esos sollozos que tanto tiempo escuché.
pero así como lloraba, también sabía reir. su risa era fuerte (a ella le atribuyo la mía) muy sonora y estridente, igual que sus bostezos, largos y bulliciosos.
era inteligente, astuta, ganó dinero y fue generosa con muchos, aunque pocos supieron agradecérselo a lo largo de su vida. quizás no tomó tan buenas decisiones.
ahora de grande yo me doy cuenta de que cometió muchos errores, pero a mi me gusta recordarla con mis ojos de niña, ella fue mi gran compañera, nos entendíamos bien, y yo la admiraba más que a nadie. jamás he tenido tanta pena en mi vida como cuando repentinamente se fue, la casa tanto tiempo me pareció vacíia y solitaria. antes de sacar sus cosas, recuerdo que día tras día me metía en su closet y abrazaba sus chaquetas y blusas para encontrar su olor, lloré días y días abrazada a su ropa. después todo eso desapareció (en mi familia cuando fallece alguien se regala en seguida toda la ropa, siempre) y su olor ya se borró de mis sentidos.
cuando era una niña aún, la acompañaba a la iglesia, y me daba risa escucharla cantar porque lo hacía fuerte y agudo, pero a ella le gustaba. con el paso del tiempo yo creo que asumió mi firme ateísmo, pero un día, poco antes de irse, nos pidió a las tres que fuésemos a verla a la misa, porque ella leería la primera lectura. fue la última vez que fui a misa con ella, estaba feliz, y me dio alegría verla ahí, en el altar, leyendo tan firme... acabada la misa me confesó que estaba muy nerviosa y necesitó que yo le diese mi aprobación sobre su actuación en tan importante ceremonia para poder estar tranquila.
podría escribir cien entradas de los recuerdos que tengo de mi abuela, y quizás lo haga. hoy puedo asegurar que cualquier persona realmente cercana a mi, sabe de su existencia y de su paso por mi vida.
 ella es madre, es ejemplo, es fuerza, es lucidez infinita.
jamás me despedí, jamás le agradecí los dicisiete años que estuvo a mi lado, pero la amé como a nadie, después de cuatro años puedo decir que con eso me basta. aunque daría todo porque volviese a mi lado una tarde que sea, hasta el día de hoy antes de entrar a la casa en la playa pienso que ella estará ahí esperándome, pero nunca está. quisiese poder escucharla ahora, cuántas historias faltó por escuchar o por registrar, de seguro muchísimas.
quizás le gustaría ver a la esperancita de ahora, nunca se sabe. pero tengo la certeza de que nos amaríamos tanto como la última vez en que nos vimos a los ojos.