domingo, 18 de marzo de 2012

sobre la ausencia y tu recuerdo


cuando era niña y me dolía la guata, me acostaba a su lado en busca de esa tranquilizante sensación que me producía que apoyase su mano en mi estómago, como para protegerme de todo dolor. una mano de abuela, arrugada y con manchitas. siempre lo hacía, y sólo bastaba eso para que yo me tranquilizase y pudiese dormirme.
puedo recordar la elegante forma de peinar su gris y corto cabello, aún la puedo ver de pie, frente al espejo de su baño arreglándose el pelo y pintándose sus delgados labios de un rojizo suave.
se enojaba con facilidad, pegaba unos gritos de esos que no se olvidan, se mostraba dura y sabía herir a quienes quería. siempre después de una pelea se encerraba con seguro en su pieza, y podía escucharla llorar, no recuerdo ni una sola vez en que después de discutir, no haya llorado sola en su pieza. hay muchas cosas que nunca logré decifrar, una de esas es por qué tenía tanta pena, puedo recordar la delgada piel de su rostro empapada, y el sonido de esos sollozos que tanto tiempo escuché.
pero así como lloraba, también sabía reir. su risa era fuerte (a ella le atribuyo la mía) muy sonora y estridente, igual que sus bostezos, largos y bulliciosos.
era inteligente, astuta, ganó dinero y fue generosa con muchos, aunque pocos supieron agradecérselo a lo largo de su vida. quizás no tomó tan buenas decisiones.
ahora de grande yo me doy cuenta de que cometió muchos errores, pero a mi me gusta recordarla con mis ojos de niña, ella fue mi gran compañera, nos entendíamos bien, y yo la admiraba más que a nadie. jamás he tenido tanta pena en mi vida como cuando repentinamente se fue, la casa tanto tiempo me pareció vacíia y solitaria. antes de sacar sus cosas, recuerdo que día tras día me metía en su closet y abrazaba sus chaquetas y blusas para encontrar su olor, lloré días y días abrazada a su ropa. después todo eso desapareció (en mi familia cuando fallece alguien se regala en seguida toda la ropa, siempre) y su olor ya se borró de mis sentidos.
cuando era una niña aún, la acompañaba a la iglesia, y me daba risa escucharla cantar porque lo hacía fuerte y agudo, pero a ella le gustaba. con el paso del tiempo yo creo que asumió mi firme ateísmo, pero un día, poco antes de irse, nos pidió a las tres que fuésemos a verla a la misa, porque ella leería la primera lectura. fue la última vez que fui a misa con ella, estaba feliz, y me dio alegría verla ahí, en el altar, leyendo tan firme... acabada la misa me confesó que estaba muy nerviosa y necesitó que yo le diese mi aprobación sobre su actuación en tan importante ceremonia para poder estar tranquila.
podría escribir cien entradas de los recuerdos que tengo de mi abuela, y quizás lo haga. hoy puedo asegurar que cualquier persona realmente cercana a mi, sabe de su existencia y de su paso por mi vida.
 ella es madre, es ejemplo, es fuerza, es lucidez infinita.
jamás me despedí, jamás le agradecí los dicisiete años que estuvo a mi lado, pero la amé como a nadie, después de cuatro años puedo decir que con eso me basta. aunque daría todo porque volviese a mi lado una tarde que sea, hasta el día de hoy antes de entrar a la casa en la playa pienso que ella estará ahí esperándome, pero nunca está. quisiese poder escucharla ahora, cuántas historias faltó por escuchar o por registrar, de seguro muchísimas.
quizás le gustaría ver a la esperancita de ahora, nunca se sabe. pero tengo la certeza de que nos amaríamos tanto como la última vez en que nos vimos a los ojos.


1 comentario:

  1. Insisto, sus logros materiales fueron fruto de su trabajo y el ahorro a fuerza de austeridad.

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