sus ojos cansados a penas se abrían por momentos
para detenerse en mi mirada fija
como queriendo trasmitir todo aquello que no podía con palabras
su huesudo cuerpecito
hundiéndose en la cama parecía más pesado que nunca
el susurro de su voz ronca
era quizás su único grito de vida
pocas veces me he sentido tan inútil
y es que cuando la vida quiere acabarse
entonces pocazo se puede hacer
me senté a su lado
observé con ternura cada una de las arrugas de su rostro
le hice cariño en su desordenado pelito blanco
él cerraba los ojos, pero siempre supo que yo estaba ahí
lo sé
en un momento me dijo
"tamo fritos, dijo el pescao"
y a veces uno solo quiere acompañar, dar la más sincera de las compañías, pero temo que a veces no me crean
ResponderEliminar